sábado, 6 de junio de 2009

Metallica hizo gala en el Foro Sol del infinito poder del thrash


La sequía de 87 mil 600 horas sin que el público mexicano escuchara en vivo a Metallica quedó saciada el jueves pasado en 120 minutos, durante los cuales un James Hetfield infinito en la voz y guitarra, un Lars Ulrich inconmensurable en la batería, un Kirk Hammett impecable en la guitarra y un Robert Trujillo atrozmente exquisito en el golpeante bajo, demostraron a 58 mil personas el infinito poder del thrash metal.
Un concierto esféricamente pulcro, que preludia un colofón similar hoy y mañana cuando concluyan su gira por nuestro país de su Death Magnetic Tour, en el Foro Sol de la ciudad de México.
El vocalista James Hetfield ya lo había adelantado en conferencia de prensa unas horas antes del inicio de hostilidades: “Es un honor para nosotros regresar a México, ya que es una banda que nos da buena vibra; tocar aquí, después de 10 años, con 180 mil personas dispuestas a escucharte es todo un honor; hay grupos de los que después de una década nadie se acuerda.
“Aquí hemos dado nuestros conciertos más energéticos. Porque creo que Metallica aún tiene más preguntas que respuestas, por eso seguimos haciendo canciones para encontrar algunas y, creo que eso le agrada a la gente.”
Antes de que el minutero surcara lentamente las dos horas desde que Resorte apareció en el escenario, y que se prolongara con Avenged Sevenfold, agrupaciones encargadas de abrir el concierto y calentar los ánimos del frenético público, que desde las 17 horas comenzaron para atestiguar el acontecimiento largamente aplazado.
A las 21:45, con un intercambio de procacidades, insultos, diatribas y una lluvia de proyectiles entre la sección de gradas y la plancha –que evocó el concierto de Metallica en 1999– todo comenzó a tomar forma para el ritual pagano con los impresionantes riffs de That Was Just your Life; el músico dio la bienvenida ante el fervor profesado por sus fanáticos. Los músicos comenzaron a tomar el escenario de izquierda a derecha y de derecha a izquierda; además, específicamente James, de abajo hacia arriba, por el segundo escenario que se elevaba tres metros sobre el proscenio principal, que además estaba coronado con una pantalla de alta definición que descubrió en innumerables momentos el gran manejo instrumental de los integrantes y hasta una guitarra de Kirk con un grafiti de Drácula, con todo y Bela Lugosi.
Camisas con la leyenda de “Metallica-México” se apreciaban entre los miles de asistentes, quienes no escatimaron en derrochar ánimo y baile con temas como The End of the Line, Creep and Dead, Holier than Thou, One, BBS, Cyanide, Sad but True, Uniforgiven y All Nightmare, para reafirmar que el fervor metalero profesado a Metallica sigue intacto, incluso está en aumento, por los niños que aún no tenían edad para asistir a un concierto o de plano no habían nacido desde la última vez que tocaron en el país.
Tal como lo adelantó Lars en la conferencia de prensa: “Qué muestra de amor más patente por México que haber venido a tocar cinco veces, además de incluir escenas de nuestros conciertos en este país en nuestro box set de y haber regresado, como dice James, para tocar frente a 180 mil personas; esa es una verdadera comunión, donde la música es más poderosa que muchas otras cosas”.
El concierto siguió galopando de forma óptima y tuvo varios momentos impresionantes, pero la parte final fue lo mejor: cuando los ánimos parecieron menguar, canciones como The Day that Never Comes, Master of Puppets, Blackened, Nothing Else Matters y Enter Sandman Live dieron un cierre digno a un público rendido ante una banda básica en la escena del, por qué no repetirlo, infinito poder del thrash metal.

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